15 feb 2011

ORIGEN DEL ERROR

Solemos pensar que quien posee más palabras para nombrar las cosas del mundo es más sabio. 

Creemos que los datos que captan nuestros sentidos es información suficiente para afirmar: eso ES así. 

Todo en el mundo tienen su verdad, su Ser. Pero las palabras que van y vienen,  guiadas por nuestras simpatías o antipatías, no pueden abarcar la verdad inalterable. Lo mutable no puede aprehender lo inmutable. 

Al nombrar, distinguimos el ES y el NO ES. Emitimos un juicio subjetivo y erróneo. Suponemos que podemos ver y conocer lo que en realidad es invisible e incognoscible: la Unidad.

Chuag Tzu asimila los nombres a las apariencias de las cosas. Dice que distinguir una mujer fea de una bella es una apreciación falaz. Distinguir es deshacer la unidad. Las distinciones solo sirven para la vida cotidiana y esa es la utilidad de la distinción. Afirma que quien comprende verdaderamente, aún cuando distingue, no deja de identificar todas las cosas en la unidad.

Sería imposible actuar en el mundo sin distinguir una cosa de la otra pero debemos intentar que la distinción, necesaria y útil, nunca nos haga olvidar que todas las cosas del mundo, y nosotros entre las cosas, somos Unidad.

Cuantas más palabras utilizamos más nos alejamos de eso que estamos nombrando. Ese es el origen del error.



Chuang Tzu: “ …las palabras se oscurecen en su exuberancia y en su redundancia. Aquí tienen su origen el ES y el NO ES de los letrados Ju y de los discípulos de Mo-tzu. Hacen ES el NO ES del otro y NO ES el ES del otro. Quieren que sea verdadero lo que el otro dice ser falso y falso lo que el otro dice ser verdadero…“